en súbitos momentos de lujuria
para parirlas luego,
mientras tanto las protejo,
les doy forma,
las cuestiono,
les canto, las ordeno...
Van creciendo,
crecen y crecen...
Cada palabra, una célula
del tejido de mi poem
a;
cada palabra engendra otras; se divide luego.
Y más células, más...
y más palabras, más...
y el silencio de crecer
y el de aún no haber nacido.
Alimento mis palabras,
les doy vida,
las siento vigorozas; a veces, hasta crueles,
débiles, efímeras, distantes, perdidas...
Sin embargo, se me hacen familiares;
las voy queriendo de a poquito
hasta amarlas para siempre
porque son mías, con mi sangre y fantasía,
soy yo en ellas,
yo que renazco en la euforia enloquecida
o en el tibio silencio que dan vida.
Araceli (1995)