Tu río,
mi mar,
nuestro amor alborotado
entre peces y caracolas
que lastiman.
Gigantes margaritas
descubren un páramo rellenito y placentero
lleno de ternura suavecita.
Entonces...
veo el puente, claro, clarísimo;
lo cruzo silenciosa para abrazarte
para retenerte, aunque sea,
un poquito.
Y después... y después, hijo querido,
dejarte ir nuevamente.
Araceli Casagrande, 21/10/16
Contiene textos propios e información que he recopilado durante varios años y que sigo recopilando de diferentes fuentes.
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lunes, 24 de octubre de 2016
sábado, 8 de octubre de 2016
EL HADA DE LAS NOVIAS
Año 1974
Creo en las
hadas. Puedo asegurar que existen. En mi casa vive una. Es amable y servicial.
De profundos ojos verdes, pelo dorado y voz cautivadora. No tiene alas ni
varita. Su polvo mágico es la ternura, inagotable.
Se levanta
tempranito, antes que todos nosotros. Nos prepara el desayuno, nos despierta y
con la dulzura de un ser de luz, nos alista para ir a la escuela. Cuando
partimos hacia nuestras obligaciones de rutina, ella se instala en su taller. Como
la famosa Campanita, es un hada artesana. Y, aún sin alas, tiene el poder de
volar. El genio de la creatividad la habita todos los días, pues ella
transforma un simple trozo de tela en un objeto maravilloso. ¡Es que es un hada
de alta costura!
Ahora voy a
referirme a uno de esos días especiales: “el de la novia”. No se trata de una
efeméride en un almanaque; es el día en que se casa alguna novia del pueblo.
Puede ser Carmencita, Alicia, Esther, Marta o Norma. Da lo mismo, pero el día
en que ella debe vestir a esa novia, es especial, pues mi casa se llena de
magia.
El comedor
se transforma, así de repente, en: sala de SPA, taller de planchado, de
terminaciones y detalles y en una especie de consultorio psicológico. Una
reposera forrada de un blanco inmaculado opera de diván. En el tocadiscos Ken
Brown, la púa transita los surcos del disco de pasta de los más hermosos y
románticos valses vieneses. Un aroma a jazmines recién cortados o a rosas
inunda la habitación. Es que esta hada tiene la magia de activar ¡todos los
sentidos!
Cita a la
novia dos o tres horas antes de la ceremonia religiosa, dependiendo esto del
trabajo de último momento que requiere el modelo del vestido. A veces hay que
hacer retoques en el cinturón porque, de los nervios, la novia ha adelgazado o…
engordado. Otras, hay que agregar mostacillas o lentejuelas en el cuello, o
flores de tul en la muñeca, o... En fin. Lo cierto es que apenas llega la
candidata, ella sale a su encuentro con un abrazo, un beso y una sonrisa. Luego
la recuesta sobre la reposera, le pide que se relaje, que respire hondo y que
piense en cosas lindas. Del termo ya preparado, vuelca un sabroso té de tilo en
una taza que le ofrece con cortesía. Mi hermana y yo, asomadas apenas,
disfrutamos del espectáculo hasta que se nos pide que no hagamos ruido porque “la novia tiene que descansar”. Entonces
“nuestra Campanita” coloca en cada ojo de la futura señora un pompón de algodón
embebido en agua helada. “Hoy tu mirada
tiene que brillar más que nunca”, le dice.
Mientras
tanto, plancha alguna parte de la blanquísima prenda, ultima detalles y hace
retoques en el tocado y ramo. Porque, por supuesto, ella también los ha
confeccionado. Según la demanda, pueden ser de tela o naturales. El hada se
adapta a las circunstancias, la estación del año, la moda y el presupuesto. Si
de naturaleza se trata, sus herramientas pueden ser calas, margaritas,
jazmines, helechos, gerberas, camelias, lisianthus, claveles, lo que haya en su jardín o en el de
algún generoso jardinero del barrio. Y como ama las gipsófilas, que en el
pueblo no se consiguen, se las ingenia para adquirirlas con tiempo en la ciudad
porque “van con todo y duran mucho”,
dice.
En alguna de
esas ocasiones, quizá de otro ritual semejante, la veo muy concentrada y eso me
permite llegar sin problemas hasta la cocina que queda en la habitación
contigua. Puedo abrir el congelador sigilosamente para observar con
tranquilidad el ramo y la coronita de coloridas flores enlazadas con cintas de
organza y tafeta que ha terminado a la tarde y colocado en el refrigerador para
que no se marchiten. Logro tocarlas atrevidamente un poquito y contemplarlas
unos segundos con la emoción de quien ve algo sublime.
La mayoría
de las veces, la novia ha contratado a una peluquera que la va peinando antes
de colocar el vestido. De manicura y maquilladora hacen nuestra hada o alguna
amiga que llega en la última hora. El tiempo que resta no se pierde, se
capitaliza. El hada hechiza a la novia con sus bondadosos consejos: “bajá tranquila del auto”, “no te apresures,
así acomodo bien el tul”, “caminá con la cabeza erguida y una sonrisa en los
labios”. Ella sabe que la decisión ya está tomada y no hay lugar para otros
consejos, pero si la ocasión lo amerita, suele hablar desde su experiencia
personal: “yo me casé para toda la vida”,
“el matrimonio siempre es de a dos”, “no hay ganancia sin pérdidas”. No
entiendo muy bien qué significa todo ello, pero el hada lo dice en un tono tan
afable y positivo que todo me parece una delicia.
Llega el
auto que la llevará hasta la iglesia, el hada se apronta, debe allanarle el
camino hacia el altar. En otro auto, vamos mi abuela, mi hermano, mi hermana y
yo. Papá conduce.
Nos bajamos,
todo el pueblo está de fiesta. Una alfombra roja y ramitos de hortensias o margaritas
visten de gala la capilla. Un vocerío se aplaca cuando el Valiant 4 azul con un
gigante moño blanco sobre el techo se detiene frente a la puerta. Baja la
novia, el hada, nuestra hada, mi mamá, se baja detrás de ella.
Año 2016
La leyenda
afirma que las hadas sólo sobreviven si la gente no deja de creer que existen.
El mismo Peter Pan llama a los niños dormidos del mundo para que crean en
ellas.
Mi niña
interior no se ha dormido. Han pasado ya más de cuarenta años. Hace casi cinco
que mi mamá no está en este mundo. Sin embargo, yo sigo creyendo en ella. Mi
hada de las novias no ha muerto.
Araceli Casagrande
Octubre, 2016
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