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lunes, 18 de marzo de 2013

CORAZÓN DESBORDADO

Hay momentos en la vida en que uno siente que el corazón sale de su órbita, se agranda, se oxigena, recobra mayor vida. Eso me sucedió cuando me enteré de que teníamos nuevo Papa, que era argentino y que se llamaba Francisco, nombre que mi madre nos había hecho adorar a mis hermanos y a mí en la persona de San Francisco de Asís con los relatos sobre su vida.
Un sentimiento de emoción me embargó: me sentí acariciada de manera especial por Dios, como si un manto de ternura se hubiese desplegado en nuestra Patria.
El mate más santo.
Después de ver y escuchar las noticias que se iban suscitando una a una sobre el Papa Francisco, también experimenté un sentimiento de preocupación sobre la responsabilidad que le tocaba afrontar al sumo pontífice y, por extensión, a todos nosotros. Sentí que estábamos siendo "mirados" por el mundo de manera especial y que, -no porque me importe demasiado lo que digan los demás- como decía mi papá "no sólo hay que ser; sino, parecer". Por esta última razón, considero de suma importancia y trascendencia los signos que nos está ofreciendo nuestro Papa, porque ellos son lo más tangible, lo que nos lleva a lo intangible, al corazón. El nombre adquirido "Francisco", el acercamiento espontáneo a la gente, la existencia de un gran amigo judío (Abraham Skorka), su sonrisa, la opción por los más débiles y desamparados, la ropa y zapatos que lleva debajo de la sotana, los medios de transporte que usa, su disposición al diálogo, su pedido constante de oración por sí mismo, y podría seguir enumerando, nos están hablando de un corazón entregado a Dios. De un hombre que se sabe frágil, pecador, humano (por eso pide oración), pero que confía plenamente en Dios y que descansa en sus manos, dócil al Espíritu.

En la homilía de la misa de ayer, el sacerdote me recordó que "sumo pontífice" significa "puente máximo", es decir, el puente más grande en esta tierra entre Dios y los hombres. Si, además tenemos en cuenta que la palabra "religión", del latín "religare" significa volver a ligarse a Dios, a nuestra esencia divina, aprovechemos este puente para cruzar a la otra orilla y reencontrarnos con Dios o estrechar aún más los lazos con Él. Lo que Dios pone en palabras a través de Francisco es una invitación directa a la conversión: "caminar, edificar, confesar a Cristo", "pedir perdón y perdonar",   vivir pobres de espíritu, cobijarnos en nuestra Santísima Madre, orar, orar, orar...

Los invito a orar por el Papa, para que esta bocanada de aire fresco que está soplando sobre la Iglesia nos recupere, nos haga más santos y nos permita vivir en armonía con la naturaleza y los demás,  con nosotros mismos y, por supuesto, con Dios. Amén.